
No usar abonos ni fertilizantes: mediante la interacción de los diferentes elementos botánicos, animales y minerales del suelo, la fertilidad del terreno de cultivo se regenera como en cualquier ecosistema no domesticado.
No eliminar malas hierbas ni usar herbicidas: éstos destruyen los nutrientes y microorganismos del suelo, y sólo se justifican en monocultivos, por eso es preciso favorecer una interacción de plantas que enriquece y controla la biodiversidad de un suelo.
No usar pesticidas: también matan la riqueza natural del suelo. La presencia de insectos puede equilibrarse en un cultivo.
No podar: dejar a las plantas seguir su curso natural.
Y hacer "nendo dango", es decir, arrojar bombas de semillas.
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